Las duricias, los callos y los signos de deshidratación delatan problemas de salud. Estas afecciones podológicas no solo son cuestión de estética aunque a simple vista sea lo que más nos llame la atención. ¡A quién no le ha parecido un acto de descuido personal ver unos talones secos y agrietados! Pero en condiciones extremas, esa sequedad mantenida en los talones puede dar lugar a grietas que interrumpen la continuidad de la piel, además de ser
muy dolorosas y difíciles de tratar.
Lo mismo nos ocurre con las durezas y/o callos que llegan a ser dolorosos cuando adquieren cierto grosor. Generalmente los callos salen en zonas de hiperpresión plantar, y suele coincidir en resortes óseos que por falta de grasa plantar -que almohadilla esa zona- crea un exceso de presión en la piel, que se endurece como mecanismo de defensa y da lugar al conocido callo. Por todo ello, se recomienda mantener un estado óptimo de hidratación en planta del pie y en los rebordes del talón para no perder la elasticidad de la piel y así prevenir la aparición de grietas en los talones.
Así mismo, conviene controlar la aparición de callos dolorosos con visitas periódicas al podólogo, quien realizará la quiropodia o eliminación del engrosamiento y endurecimiento de la piel en zonas de hiperpresión, para que al andar ese callo no duela.
También existe la posibilidad de tratar aquellos callos dolorosos que son causados por una presión ósea plantar y/o un mal apoyo que genera zonas de hiperpresión y provoca estas dolorosas durezas. En este caso se recomienda tratamiento ortopodológico realizando unas plantillas personalizadas que impidan ese mal apoyo directo en la zona afectada y corrijan el efecto de la pisada existente.
