En la actualidad sigue existiendo la errónea creencia de que el podólogo es un profesional cuya función se circunscribe a la eliminación de callosidades y el cortado de uñas.
Éste hecho obliga a muchos compañeros a desarrollar en sus propias consultas una labor pedagógica en la cual intentan hacer ver al paciente que los conocimientos, competencias y responsabilidades de un podólogo van mucho más allá de la creencia popular.
Un ejemplo gráfico fácil de entender es comparar la figura del podólogo con la de un dentista, ambos especialistas tienen reconocidas exactamente las mismas atribuciones profesionales en sus respectivas áreas de trabajo. Los podólogos junto con médicos y odontólogos son los únicos especialistas que tienen facultad para prescribir antibióticos sujetos a dispensación mediante receta, poseen la capacidad de realizar exploraciones físicas, así como de pedir aquellas pruebas diagnósticas que estimen oportunas en cada caso y por supuesto con toda la información obtenida emitir un diagnóstico para el cual planteará el tratamiento que resulte más eficaz.
Los tratamientos, podrán ser a su vez conservadores o cruentos, por lo que las patologías que diagnosticamos en consulta podrán tener una resolución mediante sistemas no invasivos, como la aplicación de soportes plantares a medida, prescripción antibiótica, eliminación de lesiones de la piel como las hiperqueratosis o las espículas en uñas encarnadas, entre otras posibilidades. Sin embargo, hay casos en los cuales las terapias invasivas son el tratamiento de elección por lo tanto, dentro del ámbito de nuestra especialidad, podremos realizar infiltraciones o incluso cirugías para deformidades como dedos en garra, juanetes, etc.
La podología es pues, una profesión altamente especializada en su área de acción, los pies, por lo tanto los podólogos son los profesionales de elección para cualquier alteración que nos pueda perjudicar en nuestra rutina diaria a este nivel.