Recién estrenado el verano, es momento de recordar tres sencillos consejos para empezar con buen pie esta época del año, y no esperar hasta las vacaciones -que aún falta un poco- para cuidar nuestros pies.
LA PIEL DEL PIE: UN CASO MUY PARTICULAR
La piel del pie tiene una particularidad: la del dorso es similar a la del resto del cuerpo mientras que la de la planta es más espesa y resistente, adaptada para soportar el peso. Por ello, los productos que empleemos para su cuidado deben ser específicos. Las cremas hidratantes con urea son básicas en periodos de calor, sobre todo en zonas más secas como los talones. La urea, al ser un queratolítico, ayuda a desprender la piel que necesita renovarse por lo que la hidratación es más eficiente que con las típicas leches corporales.
Por otra parte, en casos de exceso de sudoración en los pies, la constante humedad favorece una proliferación no deseada de la flora que habita en la superficie de la piel y que puede degenerar en infecciones cutáneas por exceso de maceración. En estos casos, el podólogo aconsejará sobre los cuidados y productos más convenientes.
¡EN MARCHA! AÚN MEJOR POR LA PLAYA
La planta de los pies está provista de una compleja red vascular venosa, que se activa al andar. Cada vez que el pie cesa la carga, la sangre venosa penetra en el tejido celular subcutáneo y lo dilata; el apoyo siguiente la empuja y así sucesivamente en una continua contracción-expansión que es el mejor modo de nutrir los tejidos de manera automática. Así que el sencillo gesto de caminar consigue mantener activa la circulación y, por tanto, ayuda significativamente en aquellos casos que padecen un déficit circulatorio como es el caso de los diabéticos.
En la playa, el masaje que produce la arena en las plantas de los pies activa la circulación venosa y linfática. Aún más, al romper las olas en la orilla, el agua también masajea los tobillos, con lo que el ejercicio es todavía más completo.
¿CÓMO ESCOGER EL CALZADO DE VERANO?
El problema de las sandalias típicas -aquellas con sujeción solo en el antepié- es que requiere de un trabajo forzado de la musculatura extensora y flexora de los dedos, que deriva en una garra excesiva y muchas veces origina dolor en la superficie metatarsiana. Si queremos evitar estas molestias, que pueden interferir en nuestro día a día, recomendamos que el calzado tenga siempre una sujeción a nivel del talón y/o tobillo. De esta manera, permitiremos que el antepié trabaje sin forzar ningún grupo muscular. Por último, a nivel de la suela es recomendable que ésta cuente con un determinado grosor (entre dos y cinco centímetros) que proteja la planta de los pies con un material blando y cómodo, pero rígido a la flexión; así favorecerá un movimiento relajado del pie en balancín en cada paso.
Con el pie bien sujeto y protegido, facilitaremos la marcha y podremos evitaremos sobrecargas que vienen derivadas de una elección incorrecta del calzado.
¡Feliz verano!