El tobillo resulta un elemento fundamental en la marcha, carrera y salto. Es por ello que resulta un punto frecuente de lesión, especialmente durante la práctica deportiva.
Su movimiento se reduce a la flexoextensión, siendo otras articulaciones como la mediotarsiana y subastragalina las que permiten al pie adaptarse a terrenos irregulares, otorgando por tanto una mayor dimensión a lo que podemos considerar funcionalmente como el tobillo.
La disposición de la tibia y el peroné, así como el encaje del astrágalo en la mortaja ortorgan, junto con elementos capsuloligamentosos, tendinosos, así como elementos propioceptivos de gran estabilidad a ésta zona.
Para comprender las lesiones por entorsis del tobillo, es necesario conocer que el astrágalo, elemento fundamental en la transmisión de fuerzas desde el cuerpo al pie, es un elemento pasivo ya que no posee de motorizaciones propias. Siendo por tanto elementos laterales al hueso las que con más frecuencia se lesionan en un mal gesto fortuito.
Durante la flexión de la articulación el astrágalo se mantiene perfectamente asegurado entre la pinza que conforman tibia y peroné, pero es en la extensión cuando aumentan los momentos inversores que comprenden flexión plantar, aducción y supinación, lo que unido a la disposición retrasada del maléolo peroneal hace que tanto la cápsula articular como ligamentos del tipo peroneoastragalino anterior sean especialmente vulnerables, aunque no son las únicas estructuras implicadas ante una eventual lesión por entorsis.
CLASIFICACIÓN
Las lesiones por entorsis se clasifican en 3 estadios que se enmarcan de menor a mayor gravedad:
Tipo I: Esguince leve comúnmente referido como una distensión de partes blandas.
Tipo II: Existen roturas fasciculares que precisan de un tratamiento.
Tipo III: Lesión grave en la que existe una rotura, pérdida de continuidad ligamentosa.
VALORACIÓN
La valoración por parte de un profesional es imprescindible. Como en cualquier patología que se estudia en consulta, la clínica, lo que nos cuenta el paciente, es fundamental para empezar a catalogar la lesión, seguida de una observación externa de la zona afectada, así como la solicitud de pruebas complementarias, siendo esencial la radiológica.
TRATAMIENTO
Para empezar lo más importante es reducir el dolor y contener la inflamación, preservando elementos que no se hayan visto afectadas por el gesto lesivo.
Para ello aplicamos la fórmula RICE – reposo, hielo, compresión y elevación – una vez contenido el dolor se procede a la inmovilización de la zona con un vendaje específico que sólo un especialista está capacitado para realizar, ya que se trata de inmovilizar, pero a la vez de mantener el pie en una posición correcta. Una técnica de vendaje deficiente puede empeorar la situación.
Pasadas tres semanas en las que el uso de muletas por parte del paciente es imperativo, se considera que las fibras lesionadas han cicatrizado, realizando por tanto una nueva valoración y aconsejando, si la evolución es la esperada, rehabilitación. En caso de lesión grave los tiempos pueden variar si se precisa de una intervención quirúrgica reparadora ante una rotura total.
Es importante realizar controles posteriores ya que éste tipo de lesión no está exenta de complicaciones posteriores que precisen de intervenciones por parte del podólogo complementarias.