La esclerosis múltiple es una patología, inflamatoria, autoinmune, desmielinizante y crónica que afecta al sistema nervioso central. Este daño en la mielina se traduce en un mal funcionamiento de las fibras nerviosas. Se ha presentado en individuos genéticamente susceptibles e involucra factores inmunológicos y mediadores de la respuesta inmune, así como la posibilidad de relación con factores ambientales y agentes virales. Se caracteriza por ataques recurrentes multifocales de signos y síntomas neurológicos, con grados variables de recuperación.
El diagnóstico de la enfermedad en sus primeros estadíos no suele ser fácil debido a la similitud de los síntomas presentados con los de otras enfermedades neurológicas. En la actualidad existen diferentes pautas de tratamiento farmacológicas eficaces en el control de la progresión de la enfermedad, así como diferentes tratamientos paliativos para mejorar la calidad de vida del paciente.
Al tratarse de una enfermedad neurológica y degenerativa entre sus síntomas aparece el hormigueo, desequilibrio, pérdida de fuerza y sensibilidad, visión borrosa y fatiga entre otras. También pueden presentar pies hinchados, edema linfático y venoso por disminución del movimiento.
La mayoría de los pacientes con EM presentan debilidad muscular en las extremidades y una dificultad en cuanto a la coordinación y el equilibrio. Estos síntomas pueden ser lo suficientemente severos como para crear dificultad en la dinámica y bipedestación, en los peores casos de esta enfermedad aparecen parálisis parcial o total, acompañada de espasticidad con aumento involuntario del tono muscular conduciendo a rigidez y a espasmos al igual que la aparición de fatiga. Además, aparecerán parestesias, así como sensaciones sensoriales anormales transitorias tales como entumecimiento, sensación de prurito y en casos menos frecuentes podrían aparecer algias. Otros síntomas habituales pueden ser temblores y sensación de vértigo.
Estos síntomas pueden alterar la estática y dinámica de los pacientes. Debido a su inestabilidad, mal control motor, déficit muscular y déficit en la propiocepción y el equilibrio presentan una deambulación inestable, enlentecida y torpe, sobre todo en fases tardías de la enfermedad.
El pie caído o pie equino, es una de las afectaciones físicas que se dan con mayor frecuencia en la esclerosis múltiple. La debilidad de la musculatura dorsiflexora del pie provoca que la persona afectada empiece notando creciente dificultad para levantar la punta del pie, así como una mayor frecuencia de tropiezos. Caminar con el pie caído puede convertirse en una ardua tarea. Además de los esfuerzos que deben hacerse para andar, este déficit suele ocasionar frecuentes caídas.
En algún momento de la enfermedad, los pacientes, necesitaran de ayudas técnicas como bastones, muletas, andadores y ortesis como férulas o plantillas.
Las revisiones en la consulta podológica son clave para intervenir en la biomecánica afectada del paciente. Debe evaluarse mediante análisis de la pisada y la marcha. Las alteraciones de la marcha que esta enfermedad produce pueden ser tratadas a nivel ortopodológico con férulas, ortesis y plantillas personalizadas según la fase en la que se encuentre nuestro paciente. Con estas ayudas se mejora en la dinámica y la estática, fundamental para su vida diaria.
Pilar Nieto. Vicepresidenta del ICOPCV