A diario vemos en los medios pies bonitos, zapatos nuevos y bonitos, pero nos surge la duda sobre si nuestros pies están “sanos” o si caminas bien. La primera luz que se nos debe encender es la del podólog@.
Podríamos decir que hay que valorar nuestra salud podológica en tres partes: la piel, el calzado y la estructura o forma del pie. Si bien es complejo sintetizar toda la problemática que nos puede acarrear un pie, es posible que con este pequeño post, podáis tener una pequeña idea de cuándo debemos realizarnos un estudio sí o sí. En este post daremos unas pistas para identificar cuándo debemos ir al podólogo los ADULTOS, en el caso de los niños, es relativamente diferente y tenemos otro post.
Los primeros signos de alarma ante una mala pisada siempre son el desgaste del calzado o la sensación de no acoplarse a ninguno. Si bien vivimos en un mundo donde ya hay todo tipo de calzado para todo tipo de pies, nos faltaría que las zapaterías nos dirigiesen a comprar el más adecuado. Comprar un calzado y desgastarlo por la zona de la suela de una forma desmesurada o ver ralladuras en el contrafuerte interno, son signos de que algo no va bien, nuestros pies no estarían alineados. La líneas o dibujos de la suela nos dan muchas pistas sobre cómo es nuestra pisada.
El segundo punto y más importante es el dolor o la molestia en nuestros pies, tobillos o rodillas. Cuando las molestias no son puntuales y son continuas, tendremos que pensar que algo no funciona bien y por lo tanto, deberemos acudir directamente al podólogo. Las molestias más comunes de una mala pisada suelen ser: dolor interno de talón, dolor en el antepié, molestias o sensación de ardor de la rodilla o la sensación de que notas que el cuerpo se te va de lado cuando caminas. Entre éstas, podemos encontrar decenas de signos y síntomas que nos indicarían que andamos mal.
Por último, la forma que adquieren nuestros pies desde diferentes puntos de vista. Desde los talones, podremos valorar si el tobillo se mete hacia dentro, si carecemos de puente (arco interno) o si nos roza el zapato en el empeine porque tenemos un puente muy alto. Desde arriba, directo desde nuestros ojos veremos la forma de nuestros dedos, si están alineados o alguno tiene forma de garra o está desviado, como podría ser el juanete. Es importante entender que la genética juega un papel muy importante en la formación de la estructura ósea, pero detrás de una deformidad, hay una etiología del problema. Lo más llamativo, no sólo son las deformidades de los dedos, en muchos casos los pacientes ven que su pie cambia cuando está acostado y cuando camina y para poder saber como se comporta, será de vital importancia estudiar a cada paciente en camilla y deambulando (andando).
Por lo tanto, siempre que veamos que no hay armonía cuando el pie se mueve o empezamos a ver una deformidad estructural del pie, es IMPRESCINDIBLE realizar un estudio de la pisada, y olvidémonos de estudios en tiendas o aparatos de medida, lo mejor es ser valorado y diagnosticado por un profesional sanitario especializado como lo es el podólogo.
Maite García. Presidenta del ICOPCV